Qarla Quispe

Siendo niña, Qarla Quispe fue discriminada por el color de su piel pero nunca se dejó doblegar por el prejuicio. Al contrario: estudió arte y diseño y reinventó el uso de las polleras, convirtiéndolas en prendas revolucionarias.

“Lo que me mueve a mí, es que aún falta dar a conocer muchas más cosas de nuestro país”

En un principio hizo sus faldas con carteles de fiestas chicha, con costales de papa. ¿Por qué?

Porque no tenía dinero (ríe)… De las cinco prendas que presenté en mi curso, solo una fue de tela.

Desde chica, con la ropa que ya no usaban sus familiares, usted se hacía sus faldas y blusas.

Sí. Yo creo mucho en el reciclaje, es por eso que no sigo tendencias. Yo me pongo algo porque me gusta, porque me siento bien, y mis prendas también van por ese camino. Mis colecciones, más bien, son inspirabas en una provincia, en un lugar.

Fue en un viaje al Valle del Mantaro, en busca de su abuelo, que se familiarizó con las polleras.

Sí. Fui a buscar a mi abuelo porque se había peleado con mi papá, y allá descubrí que ya había muerto y que una calle llevaba su nombre. Llegué a Huancayo para la fiesta de Santiago (una de las más coloridas del país) y me encontré con todas esas polleras girando al ritmo de la música. ¡Fue demasiado! Y comencé a investigar sobre sus colores, usos, significados.

Hoy tiene un taller en Comas, otro en el Cercado y una tienda en Miraflores. ¿Cómo explica su crecimiento?

Ha sido a punta de perseverancia. Lo que me mueve a mí, es que aún falta dar a conocer muchas más cosas de nuestro país, ir a cada provincia y buscar y rebuscar qué hay. Por ejemplo, me han hecho un pedido: “Quiero una pollera con las Líneas de Nasca”. “No, Nasca es mucho más que eso. ¡Hay que indagar!”.

Destalle clave, pues mucho emprendedor suele únicamente replicar lo que otros hacen. Usted va por el camino opuesto: investiga.

Totalmente. Gran parte del éxito de Warmichic es la exclusividad de sus diseños, y eso implica trabajo. Unos podrán decir: “Ah, a dibujado una casita”. “¡No! Esa es la casa donde vivió mi abuela, y para dibujarla he tenido que ir y sacarle fotos desde diferente ángulos, estilizar ciertas cosas y empalmarlas con un paisaje”. Es todo un trabajo ¡y demora! No es copiar y pegar. ¡No me gusta! Me gusta indagar qué es lo que hay.

¿Se ha reencontrado con las chicas de su promoción? ¿Le dicen algo?

Creo que no lo recuerdan.

¿Guarda algún resentimiento?

¡Para nada! Es parte de la niñez. Fueron cosas que les fueron inculcadas, ellas no nacieron así.

Y precisamente su labor está colaborando a que no haya más niños con tanto prejuicio.

¡Por eso iniciamos la línea para niños! Para que desde entonces las vean y usen como si fuesen cualquier prenda normal.

Está claro: es una prenda para valientes.

Sí. Hace dos semanas un chico me compró una para su uso. ¡Un chico! Me encantó.

¿Un chico gay?

Sí, tiene un matrimonio y quiere ir así. Le he hecho fotos, se le ve muy varonil.

Hay que ser bien macho para atreverse a eso.

Hay que tener harta personalidad. Para mí fue un reto, y cuando se la puso y vi lo bacán que le quedó, me sentí orgullosísima de él…

Y de usted.

¡También! (ríe)…