Generar un entorno de trabajo seguro que permita que mujeres y hombres se desarrollen en equidad y donde no existan prácticas que se identifiquen con cualquier tipo de acoso es una prioridad en la que muchas de las grandes empresas que trabajamos en Perú encontramos consenso. Y es que, junto con el compromiso ético, las empresas tenemos claro que solo un entorno de trabajo donde nuestro equipo sienta tranquilidad y seguridad permitirá a nuestra gente desarrollar su potencial y crear así valor dentro de la organización.
Si bien este trabajo en favor de la equidad y no violencia es una ruta cierta, también nos queda claro que todavía se trata de una tarea de largo aliento porque no depende solamente de un entorno normativo -que es lo primero que se implementa-, sino de la propia cultura de cada compañía, y en ese campo en el Perú hay mucho por hacer.
La cultura, ese marco en el que se desarrollan las relaciones entre nuestros trabajadores y que nos permite alcanzar nuestros objetivos, puede también llegar a convertirse en una anteojera que evita que se visibilicen prácticas de inequidad o acoso; y es que se construye a partir de la historia familiar de las personas, las propias costumbres laborales y las normas. Lograr un cambio cultural es una tarea compleja que debe ser gestionada día a día. Nuestra mirada desde la sostenibilidad nos da una visión: las empresas podemos impulsar un cambio social si logramos construir una cultura interna tan sólida que los trabajadores lleven sus prácticas hacia sus familias y, desde ahí, a la sociedad.
Por ello, resulta fundamental revisar nuestros propios contextos culturales para, a partir de ese análisis, identificar esas conductas que debemos cambiar y, lo que es más importante, trazar una estrategia que permita que ese espacio que vamos dejando sea llenado por la cultura de equidad y no violencia que buscamos consolidar
Artículo publicado en la revista digital Redes Perú, Especial Somos iguales, Reduciendo las Brechas de Género. Nr. 96 – Marzo 2022.