Victor Honores

En una universidad de Comas, un equipo de diseñadores industriales trabaja para tener listo el primer prototipo de una prótesis que permitirá que niños discapacitados puedan corretear. Víctor está al frente, le encanta su carrera

“No vemos los problemas como tales, sino como la razón para buscar una solución; las botellas de plástico se pueden reutilizar y tener un impacto fuerte en la sociedad”

Hoy, ¿cómo hacen esas personas para acceder a una prótesis?

A quien no cuenta con los recursos ni le pasa por la cabeza la posibilidad de acceder a una prótesis. Incluso, según nuestros estudios, hay productos que en lugar de beneficiar perjudican a las personas con discapacidad. Las prótesis fijas, por ejemplo, pueden hacer daño a la columna. Por eso nos interesa desarrollar un buen diseño.

Siendo su madre una profesional dedicada a la salud, tenía en casa a alguien a quien tendría que demostrar la validez de su propuesta.

Cuando le conté con qué las queríamos hacer, me dijo: “¿Con plástico?”. Le sorprendió, y es que hoy los materiales se pueden trabajar de muchas maneras, incluso se pueden hacer aleaciones. Así, al plástico PET -el que se usa para las botellas, que es muy resistente y no se corroe-, al mezclarlo se le pueden añadir otras propiedades.

¿Cuántas botellas se requieren para una prótesis?

Unas 300.

La idea nació en la clase de Prototipos II, se les ocurrió a usted y a Enzo Pizarro.

Sí. Siempre andábamos pensando en qué problema podríamos solucionar y cómo; y no solo por el curso, sino como estudiantes, porque la universidad nos brinda la posibilidad de patentar nuestros proyectos.

¿Cómo nació la dupla?

Lo conocí a raíz de que me cambié de carrera. Enzo tenía su equipo aparte, él lo lideraba y yo lideraba el mío, pero nos tocó trabajar juntos, vimos que lo hacíamos bien y ya no nos quisimos separar.

Una vez que concibieron la idea vieron que para hacerla realidad necesitarían no solo a más gente, sino también otras especialidades.

Sí. Teníamos pensado presentarnos juntos al Premio James McGuire, pero se nos dio la oportunidad de trabajar con alumnos de otras disciplinas y nos pareció genial, porque así el aporte podría ser mayor. Trabajar en equipo es una de las cosas que más ayuda a un proyecto. Nuestro juicio no lo es todo. En equipo, en cambio, nuestra idea que podía ser buena, podría pasar a ser magnífica.

Así, sumaron a dos administradores, un ingeniero mecatrónico, una enfermera y a una especialista en rehabilitación.

Somos 7. Y en equipo le pusimos a nuestra propuesta “Alcanza, camina conmigo”.

Esto ha ocurrido en el transcurso de menos de un año.

Así es. Con Enzo habíamos participado en un concurso anterior y no ganamos, porque por presentar algo genial nos terminó faltando el tiempo y presentamos algo incompleto. En cambio, esta vez, pese a que dudábamos sobre cómo nos iría en grupo, nos complementamos muy bien.

“Sería egoísta de nuestra parte tener el conocimiento para poder realizar algo y no concretarlo”

Ganaron el concurso nacional y con ello un capital para implementar su idea.

Fue una experiencia muy bonita. Al jurado no le presentamos un prototipo sino una maqueta pequeña y la propuesta. Fue muy gratificante.

¿Existe una alternativa similar en el mundo?

Hemos encontrado propuestas a través de la impresión 3D, pero ninguna como la nuestra, por medio de inyección.

¿En qué consiste?

Buscamos que las piezas para las prótesis sean ajustables al tamaño de la persona, pues en el caso de los niños ellos crecen y queremos que estas las acompañen en su crecimiento. En el caso de los adultos, como se trata de material reciclable, podemos renovárselas usando sus prótesis antiguas.

Ganaron el concurso interno, tentaron el siguiente nivel, ya entre la red internacional de universidades a la que pertenece la UPN, pero no ganaron. ¿Esto les afectó?

La verdad es que no, porque el hecho de que haya personas interesadas en nuestra propuesta fue desde ya satisfactorio; y ahora queremos ir más allá de la idea, queremos llevarla a cabo para que las personas tengan la oportunidad de contar con sus prótesis.

Ese es el reto.

Sí, por eso se ha sumado un equipo de docentes que nos va a ayudar con el aspecto técnico, el diseño y los documentos para la patente.

Para enero del 2019 prevén tener el primer prototipo.

El primero que sea funcional, porque hasta ahora hemos hecho unos que son como maqueta.

¿Por qué hacen esto?

Porque nos sentimos bastante motivados a lograr algo como estudiantes; y porque tiene un enfoque social: va a ayudar a otras personas. Sería egoísta de nuestra parte tener el conocimiento para poder realizar algo y no concretarlo. Nosotros sabemos que se pueden beneficiar a muchas personas con lo que estamos trabajando.

Y en este propósito no están solos.

En el mundo, hay ahora muchos jóvenes -y también adultos- que están buscando la forma de solucionar el impacto ambiental negativo provocado por los desechos que tardan en degradarse. Por eso, tratamos de darle nueva vida a un material que ya es basura. Así, evitamos que terminen en un descampado, y tengan un impacto positivo. Los desechos no van a dejar de producirse, por eso queremos aportar con nuestro granito de arena. Quizás no hagamos un gran cambio, pero es nuestro aporte.

Convertir 300 botellas que ya son basura en una prótesis que le permitirá correr a un niño, es un súper granito de arena, ¿no?

Sí. Nuestro propósito también es concientizar a los adultos. Se cree que no pueden cambiar, pero queremos intentarlo. Yo soy de Tarma, de la sierra, y he visto cómo se vive en los pueblos, donde los niños son felices con pocas cosas. Son lugares en los que no hay tanta contaminación, ¡me alegraría que en más sitios haya esa misma comunión con la naturaleza! Tenemos que aprender a valorar lo que ella nos da.