Omar Gómez

Lleva 18 años arriesgando su vida por los demás. Es bombero y médico. Es decir, lo suyo es servir y, su especialidad, rescatar a personas atrapadas tras desastres. Ahora está Piura, los damnificados lo necesitan.

“Si no los iban a recuperar con vida, querían -por lo menos- tener sus cuerpos para poder darles sepultura”

Antes suyo, en su familia no había bomberos, ¿por qué tomó esta opción?

Vi en toda mi familia, y específicamente en mi padre, una gran vocación de servicio. A él lo vi atendiendo emergencias desde 1985, cuando trabajaba en Sedapal y, cada vez que colapsaban las redes de agua debido a un huaico o terremoto, por ejemplo; él iba al mando de la cuadrilla de trabajadores.

¡Ese es el vínculo!

Ese es; y ahí (ayudando a su papá) aprendí a manejar retroexcavadoras, 4×4, motoniveladoras (ríe)… Mi padre quería que sea ingeniero, pero me ganó el bomberismo.

¿Cómo así?

De niños, cuando nos llevaba al colegio, a mi papá le gustaba hacernos caminar. Yo tenía 6 años y recuerdo que en el camino había un cuartel de bomberos. ¡Siempre quería entrar! Una vez vi una máquina de estas en la puerta y no pude más y le dije: “Papá, antes de ir al colegio quiero subir a ese carro”. Unos efectivos muy amables me hicieron subir y, desde entonces, yo tenía en la cabeza que tenía que conducir un carro como ese.

Teniendo 6 años, para usted esa máquina sería ¡gigantesca!

¡Una nave espacial! Estaba nuevecita… Era el juguete -en grande- que todo niño quería tener.

Hoy, con 18 años como bombero, ¿qué es lo mejor que esto le ha dado?

La satisfacción de poder ayudar a la gente, de poder complementar mi profesión más allá de mi hospital. Llevar una proyección de mi hospital a aquel paciente que esté atrapado y que no tenga mayor alternativa.

¿Qué se siente al rescatar a alguien?

Que su corazón está latiendo en el tuyo… Te mimetizas tanto, que sientes que eres tú el que está atrapado.

Lo que dice implica un alto grado de sensibilidad. Sin embargo, a la hora de actuar, está claro que esta se maneja con absoluta frialdad.

Tenemos que ser objetivos al 100%, y eso es posible gracias al nivel de profesionalismo que ha logrado el Cuerpo de Bomberos.

Eso quiere decir que para ser bombero no basta con querer servir.

No cualquiera puede ser bombero. Menos, integrar unidades especiales. Menos, cuando sabes que puedes dar la vida y dejar a tu familia por brindarle ayuda a alguien que jamás habías conocido.

Por ayudar al prójimo también pueden perder compañeros.

Sí… De cariño, decimos: “Es parte del negocio”. Una fatalidad puede cruzarse en el camino en cualquier momento. Lo tenemos clarísimo…

Siendo así, ¿cuál fue la reacción de sus padres cuando les dijo que quería ser bombero?

Desde que se los dije, y cada vez que ven que me alisto para venir al cuartel o ven alguna noticia, definitivamente les crea un poco de angustia, porque saben cuál es el tipo de trabajo que realizamos…

Una mezcla de orgullo y preocupación.

Angustia, orgullo, preocupación… Con mi familia hemos hablado de eso. Ellos saben dónde está mi póliza de seguros. Es incómodo, pero tiene que hacerse. “Si no regreso, ahí está la llave de mi cajón. Todo va a estar ahí, en orden”. Ellos lo saben.

Aquí ocurre algo bien curioso: varios de los miembros de esta bomba no viven en Bellavista, pero la integran por el recuerdo de sus padres, que sí eran parte y, por amor a la institución, se vienen desde Villa El Salvador, Carabayllo…

¡Ventanilla! Es increíble, y ojo: ellos podrían pedir cubrir servicio en una compañía cercana a su trabajo o domicilio, pero no: esta es su estación y ellos vienen a su compañía.

¿Por qué es bombero?

Por la inmensa satisfacción de servir a la comunidad.

Y ante eso, no se interpone nada.

No. Mientras haya personas que lo necesiten, seguirá vivo este sentimiento. Seguirán llenándose los cuarteles.

En contraparte, sin embargo, tenemos a conductores que no les ceden paso cuando suena su sirena, gente que hace llamadas de emergencia falsas…

Nos falta mucha cultura. Cultura de prevención. Respeto. En ese aspecto, nuestra sociedad ha decaído bastante. ¡Por eso apostamos por los niños! Y realizamos una serie de actividades para ellos. Acá vienen incluso de los nidos. ¡Por ellos tenemos que apostar! Porque es frustrante estar camino a una emergencia y encontrarte con personas que no colaboran… Es lo que nos ha tocado vivir, y hay que tener la capacidad para seguir empujando el carro y revertir esta situación.

Pese a todo, el balance es positivo. A tal punto, que en su familia ahora hay nuevos bomberos voluntarios.

En mi familia, ¡en el trabajo! Y me alegra mucho, porque se identifican con la institución, hacen suyos los objetivos y empiezan a seguir este camino.

Está cosechando lo que ha sembrado.

Sí, ven en mí un elemento de referencia. Son frecuentes las muestras de afecto, amistad, respeto, gratitud, consideración, que tienen con uno…

Vale la pena ser bombero.

¡Por supuesto que sí! Esto es como un sacerdocio –como también lo es la Medicina-, ayudas al prójimo de otra manera.