Lourdes García

Imagínate trabajar 24 horas al día, 6 días a la semana. Para Lourdes, esto no es un problema. Tiene 17 años como mamá sustituta y sus siete ‘hijas’ e ‘hijos’ se lo agradecen. Con amor y respeto, juntos fortalecen día a día su familia y construyen un mejor futuro para todos.

“Nosotras no pretendemos ocupar el lugar de sus madres, pero sí les vamos a dar todo nuestro cariño”

Lourdes, usted llegó por casualidad.

Sí, a mí me trajo un sacerdote para que visite la aldea… Siempre he estado vinculada al trabajo social.

Estaba en segundo año de carrera. Si quería tanto ser maestra, ¿por qué lo dejo?

Porque aquí me sentía útil como maestra. Una mamá es maestra, psicóloga, ¡de todo un poco! Me sentía muy bien, y me dieron a un bebito de cuatro meses de nacido. Fue él quien hizo que me quede.

¿Hace cuánto fue eso?

Hace unos 15 años.

¿Y qué es de él?

Está con su familia biológica, estudia en un colegio estatal y está muy bien, porque lo que quiere Aldeas Infantiles es que los chicos tengan una buena educación.

Esta no es una chamba fácil.

No, pero tampoco es difícil.

¿Ha querido tirar la toalla?

Ehhh, sí. Hay niños que tiene el carácter demasiado fuerte, y por más que les hablas, les hablas y les hablas… pero todos tienen su lado cariñoso; y eso compensa. Además, esta es mi misión y por algo Dios los puso en mi camino, así que tengo que tener paciencia y estar con ellos, educarlos, conseguir que sean hombres y mujeres de bien.

Con 17 años de labor y a cargo ya de su segundo grupo de chicos, dígame: ¿cuál es la mayor satisfacción de hacer esto?

Que cuando salen de acá, son personas de bien. Las dos que están casadas han sabido elegir a sus parejas, han sabido escuchar los consejos que día a día les hemos dado; hoy veo a sus hijos, y los tienen muy bien cuidados…

El término ‘madre sustituta’ no es bonito, ¿no?

El nombre no es lo importante, sino lo que uno vive aquí -día a día- con ellos. Si bien en un futuro se van, cuando retornan te agradecen: “Me corregiste, me alzaste la voz, y estuvo bien, valió la pena, porque de lo contrario no sería quien ahora soy”.

Vuelvo entonces a mi primera pregunta: ¿qué sería de ellos si no hubiese espacios como este y personas como usted?

Quien fundó esta organización era huérfano, y sabía qué necesitaban los chicos; porque nosotras no ocupamos el lugar de sus madres –ellos lo saben ¡porque además se lo decimos!-, pero les damos todo nuestro cariño. Él sabía que en el mundo iba a haber mujeres dispuestas a entregar sus vidas por el bienestar de los niños.

Algún adolescente debe haberle dicho: “No me corrijas, ¡tú no eres mi madre!”.

Sí, ahí le recuerdas que no lo serás, pero sí eres la persona a cargo, y que lo seguirás guiando hasta que él se retire de la organización. Una vez le hice ver a un chico que, el sueldo que gano por hacer esto, a veces lo he gastado en cosas para él…

¿Así? ¡Qué le contestó!

“Disculpa, mamá. Estaba con cólera… no volverá a suceder”. Y no sucedió más. En situaciones como esa me doy cuenta de que los valores que les enseñamos, fluyen. Si reaccionan mal, luego ellos mismos reflexionan.

Aldeas Infantiles SOS vive de donaciones.

Sí, por eso invitamos a las empresas a que se conviertan en Amigos SOS.

Vale la pena.

¡Claro! La mayoría de los chicos que han salido de aquí son profesionales y están al servicio de la comunidad.