Jorge Quispe

Creció en un hogar de escasos recursos, hoy destaca como profesional. Tiene 25 años y su meta ya no es dejar su barrio, sino educar a los chicos de su entorno para que su futuro sea mejor. Está formando un ejército de programadores

“Me di cuenta de que con mis conocimientos podía hacer muchas cosas por el sector financiero, pero también que podía darles a otros la oportunidad de aprender”

Creció en una casa humilde, desde muy pequeño apoyó a su familia a salir adelante.

Y poco a poco la calidad de vida de mi familia fue mejorando. Mi mamá se puso a trabajar, yo también. Vendía chupetes en la calle, salchipapas, anticuchos; hacíamos de todo para apoyar. Llegaba del colegio, cogía mi cajita (de chupetes) y salía a vender por el mercado.

¿Qué le enseñó eso?

A no tener vergüenza. Hay gente que dice que le da ‘roche’ salir a vender. ¡Debería ser motivo de orgullo! Porque sea cual sea tu condición, eso prueba que tú quieres seguir avanzando. Siempre hay un punto más alto que alcanzar.

En julio del año pasado renunció a un buen empleo para enfocarse en CodeHunters Lab y seguir beneficiando a chicos de su zona.

Sí. Hace tres años participé en un voluntariado, eso cambió mi visión. Me di cuenta de que con mis conocimientos podía hacer muchas cosas por el sector financiero, pero también podía darles a otros la oportunidad de aprender, cambiar su perspectiva y, al aplicar lo aprendido, enrumbar sus vidas.

Ese voluntariado ocurrió el 2016.

En enero del 2016.

Hasta entonces su plan era dejar su barrio.

Alcanzar un muy buen trabajo y llevar a mi familia a otro lado. Pero me di cuenta de que con lo que sé puedo impactar en mi comunidad; y en marzo del 2016 nació CodeHunters Lab, para darle a los chicos la oportunidad de aprender sobre tecnología. No tenían laptops, así que me prestaba las de mis amigos y las llevaba al ‘laboratorio’, que en realidad era un espacio comunitario.

¿Dónde?

A veces usábamos el centro comunal de Villa El Polvorín, en Carabayllo. ¿Por qué ahí? Porque esos chicos no tienen para ir a otro lado. Ir a un taller en el Centro de Lima es gastar en pasajes y el almuerzo del día. Por eso lo hago ahí.

“Ganamos el premio América Solidaria por desarrollar actividades alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU”

Esa es la realidad.

¡Yo la he vivido cuando estaba en la universidad! Apenas tenía para mis pasajes; y estos chicos aún están en el colegio. Entonces, ¿qué era lo mejor? Que sea gratis, en su comunidad y lúdico. Por eso, las dinámicas de nuestros talleres son juegos.

¿Qué hizo que cambie de rumbo?

Hubo un caso, un chico con el que si bien he perdido el contacto, sé que emocionalmente está bien. Él tenía problemas con las drogas, y pese a eso se aferraba a los talleres. Eso me marcó y motivó a seguir adelante. Otro caso es Javier, él perteneció a nuestra primera generación, encontró su pasión en la programación, ingresó a una universidad y ahora está becado por su rendimiento. Lo llevé a una hackatón (torneo entre programadores), el año pasado ganamos tres, ha aprendido un montón y ahora me ayuda a enseñarle a las nuevas generaciones. Javier no sabía qué hacer con su vida y ahora es instructor, está impactando en su comunidad, se le han abierto oportunidades laborales y recién tiene 18 años. Javier ya logró lo que yo recién conseguí a los 20.

Usted es su mentor.

Soy un amigo y guía. Comparto lo que sé porque viví esa realidad. La tecnología y las ciencias aplicadas me cambiaron la vida y quiero que también les pase a más chicos.

Renunció para dedicarse de lleno a esto.

Fue un reto. Había llegado a mi techo en ese empleo y, con CodeHunters Lab, ya estaba logrando algunas cosas: ganamos el premio América Solidaria por desarrollar actividades alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y nos dieron una pasantía en Chile. Entonces decidí tomarme seis meses para dedicarme de lleno a esto, abrirme como consultor independiente, canalizar proyectos con los chicos de generaciones pasadas y tratar de llegar con más talleres a otros lados. Llegamos a Huaycán, Huancayo y Huancavelica; gané varios premios y exposición para dar a conocer lo que hago. ¡Comenzaron a llegar los aliados! Estos seis meses sí han valido la pena.

Ha beneficiado a más de doscientos chicos.

Con los talleres generacionales y con los de un solo día.

Los de un día son “Vamo a Programarno”.

Los creé porque había chicos que decían: “Qué aburrido, ¡eso es para nerds!”. Así que les ofrecí talleres súper dinámicos.

“Se siente muy bien saber que ahora tienen un nuevo futuro, pero lo que más me llena de felicidad son sus ganas de compartir con las nuevas generaciones”

Y para ello usó pokemones.

Videojuegos con pokemones que habían sido desarrollados por las generaciones pasadas. También hicimos que vivan la experiencia de la realidad virtual.

Además, eran aplicaciones creadas por chicos como ellos.

Y todos menores de edad.

O sea, es bueno ser nerd.

Está de moda (ríe)… Los nerds dirigen las grandes empresas: Facebook, Google, Amazon; y seguro que, en los años 90, eran los más ‘buleados’ del salón.

¿Por qué decidió empezar en Carabayllo?

Ahí nací, crecí, y se debe empezar por casa. De ahí fui a comunidades gracias a otros emprendedores sociales.

Varios chicos que han pasado por CodeHunters Lab hoy se dedican a la programación.

Sí, algunos ingresaron a institutos o universidades nacionales a seguir carreras de tecnología y están desarrollando proyectos; otros han terminado carreras técnicas y ya están trabajando. Nosotros somo el puente: los capacitamos en desarrollo web y les damos las herramientas para que puedan aprender mucho más.

¿Qué se siente saber que está guiando vidas?

Se siente muy bien saber que ahora tienen un nuevo futuro, pero lo que más me llena de felicidad son sus ganas de compartir con las nuevas generaciones. ¡Es muy bonito! porque si bien he avanzado bastante estando solo, para dar ahora el gran paso requiero de un equipo; y el equipo ya se está armando.