Los padres de Inés la enviaron a los 8 años a Lima para trabajar en una casa. Tras sentir que su vida era un espanto se fugó a los 13. Fue acogida por Segundo Chang y Luz Delgado, a quienes desde entonces considera sus padres. Tras darle una buena educación querían que siga estudios superiores pero el amor llegó a ella y se casó. A los 24 tuvo a Juan Carlos, a quien dos años más tarde le diagnosticaron autismo. Al principio no sabía qué hacer. Todo cambió cuando llegó al Centro Ann Sullivan, donde profesionales comprometidos saben cómo sacar adelante a chicos como él dándoles una mejor educación de calidad en todos los sentidos. Eso sí, le dijeron que para que su hijo progrese, la tarea de los papás era clave; y ella se abocó por completo a su formación. Así, a los 7 años Juan Carlos aprendió a ir solo en los micros. Inés tenía un objetivo: que su hijo autista aprenda a ser autosuficiente; y lo logró. Él es brillante. Ella, una mamá espectacular. Esta es su historia…
Cuando nació Juan Carlos usted no tenía idea de su condición.
Tuve a mi hijo a los 24 años, y como toda madre estaba feliz. Pasados ocho meses, había personas que me decían: “Tu hijo tiene algo”. Yo ya me había dado cuenta, no era como todos los bebes. Le mostraba algo -un juguete-, y no lo seguía con la mirada. Cumplió un año y no caminaba, no hablaba; a los 2 años, igual. Entonces busqué ayuda profesional.
Si bien supo que su hijo era autista, ningún médico le dio esperanzas sobre su futuro.
Pasé por muchos doctores, pero hubo una que me marcó. Recuerdo clarito su consultorio… Lo observaba, tomaba apuntes. Me dijo: “Señora, su hijo es autista, es hiperactivo, y prepárese, porque va a crecer, se va a hacer más fuerte y se va a autoagredir”. ¡Yo no sabía qué hacer! Cada palabra suya me destruía.
¿Cuál fue su reacción?
Llorar. Dentro de mí, decía: “¡Qué es esto!”. Me dio unas pastillas para que esté tranquilo, pero se las comencé a dar y lo veía como idiotizado. Ahí fue que dije: “Yo no quiero esto para mi hijo. ¡Yo tengo que hacer algo!”. Llamé a mi ‘tío’ Segundo, y él me habló del Centro Ann Sullivan. Me dijo que busque a la Dra. Liliana Mayo, que ella me iba a ayudar.
Mire pues, la misma persona que la rescató del abuso cuando era niña, años después le volvió a ofrecer una alternativa.
Exacto. Por eso yo digo que nuestra vida es un camino largo que conduce a una sola meta…
¿Y cuál es la suya?
Ver a mi hijo hecho un joven independiente, productivo, logrado como cualquier otra persona.
Sin embargo, en ese momento usted y él lo tenían todo en contra.
En ese momento, a pesar de que estaba muy confundida, yo tenía fe.
¿Qué pasó, qué hizo Juan Carlos para que usted creyese que todo podía ser revertido? Se trataba de un niño que no hablaba, que no caminaba…
De repente, me miraba. Había momentos en los que parecía que se salía de ese mundo en el que vivía y me decía: “¡Ayúdame!”.
A ver, no era que él se lo dijese, sino que usted sentía que se lo estaba dando a entender.
¡Exacto! Hubo un momento, en el que sentí que todos me habían dado la espalda, en el que todo había perdido sentido, y quise hacer ‘algo’… y lo abracé; y me miró con tanta ternura, como diciéndome: “No estás sola”. ¡Fue como una sacudida! De ahí fui al Centro Ann Sullivan, y si bien me dijeron lo mismo -que mi hijo es autista e hiperactivo-, la diferencia estuvo en que también me dijeron que él iba a poder hacer muchas cosas; y que mucho iba a depender de mí, del equipo de trabajo que integran los padres.
¿En ese momento tenía empleo?
No. ¿Sabes cuál es mi sueño? Ser profesora de Inicial. Yo decía: “Después de que nazca mi hijo, me voy a poner a estudiar”. Pero al ver que él necesitaba ayuda, lo dejé todo. No me arrepiento.