Yuli Vásquez fue madre a los 16 años. A ella, su esposo e hijo les cedieron un espacio en una vivienda en el asentamiento humano Indoamérica, en Carabayllo. En las chacras de los alrededores se metía para recoger los tomates picados que sobraban tras la cosecha para venderlos luego en el mercado.Años después, esas chacras fueron lotizadas, y ahí mismo llegó a vivir. Por falta de dinero solo hizo primero de primaria pero eso jamás la amilanó. Hoy es presidenta del comedor popular Cristo Única Esperanza, y junto a sus colegas ganó el concurso que las llevó a participar en Mistura. Su historia es la de miles de peruanas que no se dejan vencer por la adversidad y luchan por mejorar su calidad de vida y la de su comunidad.
¿Cuánto le afectó el no haber podido estudiar en el colegio?
Yo no habré tenido estudios, pero con mi inteligencia he hecho mucho. Así les digo a mis hijos; y que si los hubiese tenido, ¡habría hecho mucho más! Por eso les digo que aprovechen, porque ellos tienen eso que a mí me faltó.
¿Cómo llegó a tener este lote?
Eso fue toda una historia: a mí siempre me gustó el negocio, vendía papas en el mercado 18 de Septiembre, así hice mi capital. Pero no sabía cuánto tenía porque todo se lo daba a mi esposo; es que yo, dinero que tengo, lo gasto (ríe)… Él se encargaba de ver qué era lo más necesitábamos.
Entonces, ustedes hacen un buen equipo.
Sí. Un día –era mi santo- me dijo: “Vamos a la avenida, pídeme lo que quieras”. Mi anhelo de toda la vida –¡hasta ahorita!- es tener una cocina grande, como en la que yo trabajaba cuando era niña. Mi patrona me ponía un banquito para que llegue. Tenía seis hornillas. Era de bronce.
¿Qué edad tenía?
Nueve añitos.
Caramba…
¡Ese era mi sueño! Pero yo decía: “¿Dónde la voy a poner?”. Así que le dije: “Eso quiero”; y señalé a un cartel que decía: “Se venden terrenos. Entrega inmediata”. “Ya, vamos”, me dijo. “¿De verdad?”. No lo podía creer, le pedí que me pellizque (ríe)…
¿Había ya un comedor popular en esta zona?
No, yo participaba en el comedor de Indoamérica (el asentamiento humano donde vivían), y cuando vinimos aquí, casi no había nadie. No había luz ni agua.
¿De qué material fue en un inicio su casa?
De madera. ¡No me importó! Me vine porque donde vivía maltrataban a mi hijito. Una vez le cayó una piedra, ese día le dije a mi esposo que nos íbamos, que ponga esteras -¡lo que sea!-, pero que nos íbamos a nuestro terreno. Así llegamos, y recuerdo que cuando estaba terminado de construir nuestra casita, mi hijito le preguntó: “Papito, ¿aquí nadie me va a pegar?”. Uy, ese día terminamos llorando…
Su hijo hoy tiene 23 años. ¿Qué es de él?
Estudia Ingeniería Ambiental en la Universidad César Vallejo. El próximo año termina… Me siento muy contenta. Como dicen: ¡Lo logré! (a Yuli se le quebró la voz)…
¿Cómo así nació el comedor popular Cristo Única Esperanza?
Les planteé a mis vecinas hacer una olla común. Al inicio nos prestábamos las ollas, la cocina, hasta que escuché que un comedor iba a dejar de funcionar porque las señoras ya no querían cocinar; y conseguí que me lo den con toda la ayuda que ya recibía.
Este comedor participó en el último Mistura, usted y sus socias fueron premiadas por Gastón Acurio y la ministra de Desarrollo e Inclusión Social. ¿Cómo así?
¡Uf! Fue bien sacrificado, pero nada es imposible. Para una mujer, ¡nada es imposible! Aunque al principio no faltó alguna amiga a la que el esposo no la dejaba venir…
Claro, hay hombres que prefieren que la mujer no se empodere, temen que luego les vayan a hacer el pare.
Así es, pero poco a poco hemos ido avanzando; trajimos al esposo para que vea que aquí trabajamos, ¡y que lo hacemos porque nos gusta! Nosotras estamos demostrando que sí podemos, que no necesitamos de un hombre para ser alguien.
¿Cómo así decidieron postular al premio que las llevó a Mistura?
Me enteré porque participé en una charla, así que dije: “Si tenemos a Nalda, que es una buena cocinera, ¡hay que participar!”. Le consulté, y no solo me dijo que sí, sino que seguro íbamos a ganar.
Nalda Nano fue quien creó el plato ganador: doncella frita con papas doradas en salsa tarwi, con choclo salteado.
La idea toda fue de ella. Hablé también con Doris (Arohuillca), y las dos me prometieron que me iban hacer quedar bien. Me dijeron: “Está bien que a ti no te guste, ¡pero ya verás!” (ríe)…
Ese detalle es divertido: a la presidenta del comedor no le gusta cocinar.
De cocinar, cocino, pero lo mío son los negocios. Yo soy la emprendedora. Cada uno tiene su don, ¿no?