Aquilina Palomino

En Uchiza vio cómo la anemia mataba a los niños. Investigó, dio con un producto que la vencía. Lo ofreció al Estado, nadie la escuchó. Por eso se hizo empresaria, hoy lo expende en todo el Perú.

“Como profesional, ciudadana y como mamá, yo sabía lo que tenía que hacer, y lo hice”

Se recibió como enfermera y retomó su interés por combatir la anemia.

¡Hice mi tesis sobre eso! Y por mi asesor de tesis —que es un científico loco— supe qué es el hierro hemínico (hemoglobina de bovino en polvo).

Así arrancó otro capítulo alucinante en su historia: como en el Perú no se produce pero en Chile sí, partió y consiguió que le donen ¡media tonelada! No tenía cómo traerla, y conoció a un peruano que —gratis— envió todo el cargamento hasta Uchiza.

Así es la vida (ríe)… Por eso: hay que tener fe. Yo no tenía cómo traer todo ese hierro hemínico, y resultó que ese peruano conocía al médico que me lo donó y —además— que había vivido en Uchiza. Él tenía allá una súper planta, y trasladar media tonelada —para él— era como mandar un sachet.

No tardó en ver los resultados en los niños con anemia.

Claro, pero antes teníamos que ver cómo le bajábamos el olor. Probamos con varias alternativas y la mejor fue el cacao.
Comenzamos a ensayar, y entonces pasó algo fortuito: llegó al centro de salud una gestante con 5 de hemoglobina (lo normal es entre 12.1 y 15.1 gramos por decilitro). Había que hacerle una transfusión — ¡urgente!—, pero aparecieron unos miembros de su religión y se negaron, entonces el doctor ordenó: “¡Dale tu cocoa!”. Le di, se la llevaron — ¡ella no se podía ni parar!—, y a la semana se apareció su esposo para pedirme más. Ella estaba bien. Hasta entonces, yo era pura teoría, sabía que la mejoría era posible pero no tenía pruebas. Hablé con mi asesor de tesis: “Dr. Benavente, ¡funciona!”; y comenzamos a documentar cada caso de manera rigurosa.

Su fin no era comercial: usted quería ayudar.

¡Para nada! Había programas sociales a través de los cuales —se supone— se iba a poder canalizar, pero nada. Ahí descubrí lo deshumanizado que puede ser el mundo. Pero como profesional, ciudadana y como mamá, yo sabía lo que tenía que hacer, y lo hice.

Como nadie la empelotó, se hizo empresaria e introdujo su creación, su suplemento alimenticio, en el mercado.

Renuncié a mi trabajo. Era la coordinadora en un proyecto internacional, ganaba en dólares, pero como trabajábamos micronutrientes y yo quería iniciar la empresa, podía haber un conflicto de intereses; así que hasta ahí nomás, porque para mí el tema de la transparencia es vital.

Han pasado más de diez años desde entonces. ¿Cree seguir cumpliendo una misión?

Estoy convencida de ello. Esto es una aventura ¡y me gusta! Pese a que he pasado momentos de angustia, incluso mi salud se afectó, pero yo no puedo dar vuelta atrás, no puedo retroceder.

Es consciente de que su producto es útil.

¡Por supuesto!

Hoy llega a todo el país.

Y el próximo año planeamos entrar a EE.UU. Aunque ya nos consumen allá, de aquí la gente se lo lleva a sus familiares.