“Las limitaciones son una oportunidad para inventar mejor las cosas.”

A través del arte le ofrece a los niños de La Balanza un mundo nuevo.
Es que el arte es liberador… Los prejuicios te limitan. En cambio, el arte juega con tu mundo interno, con tus limitaciones; y al jugar con ellas, las confronta y rompe esas fronteras. Al arte es terapéutico.

En estos 15 años ha visto crecer a chicos con otra actitud ante la vida.
He visto a un niño que venía desde que tenía 11 años, con sus sandalias con clavo atravesado para que no se le salgan, que hoy es un talentoso director de teatro; y a mí, me alegra muchísimo. Es increíble lo que puede ocurrir, y por la Fiteca han pasado más de 300 chicos.

¿Cómo fue al inicio? ¿Los vecinos aceptaban su propuesta?
Aún hoy algunos vecinos creen que esto es una pérdida de tiempo, cosa de ociosos. Para ellos, trabajo es abrir zanjas, cobrar en la combi, vender papa. Por lo tanto, tienen miedo de que sus hijos se dediquen a este tipo de actividades.

¿Lo ha cuadrado algún padre de familia?
A mí no, pero sí a sus hijos. Es que aquí, la sobrevivencia les obliga a tener una visión economicista: si no hay plata, no es válido para ellos. No se dan cuenta del gran valor que esto tiene.

¿Qué valor tiene?
Las personas que han pasado por el grupo han encontrado su identidad. Se han quitado de encima una serie de barreras y hoy se pueden expresar libremente, sin limitaciones, horizontalizan su relación con los otros. Son creativos, tienen herramientas para –en cualquier circunstancia- mejorar la situación.

¿Y de qué sirve eso?
¡Sirve para vivir! No puede haber vida si no hay alegría, y aquí hacemos cultura con alegría; porque la cultura no es eso solemne, que te demanda leer cincuenta libros. No. Cultura no es solo eso.

Gracias a la Fiteca, cada año, durante una semana, La Balanza es una fiesta.
Es la semana de mayor producción de valores en la zona, y que entusiasma mucho a la comunidad. Sin embargo, ¿qué pasa con el resto del año? Por eso hemos planteado un nuevo programa: Barrios Culturales. ¿Qué hacer para dejar de ser un barrio de sobrevivientes y convertirte en uno en el que los vecinos busquen vivir bien? Para eso, los barrios tienen que dejar atrás el pesimismo, la resignación, ¡retomar el entusiasmo por vivir!

¿Ya hay barrios culturales?
Es un proceso que va a tomar años. Pero estamos en eso, y muchos artistas se están comprometiendo, lo mismo que profesionales de otras disciplinas: arquitectos, videastas, músicos…

Por la Fiteca llegan aquí artistas de distintas partes del país y el mundo.
Son nuestros “vecinos del mundo”, porque todos somos un gran vecindario. Ahora tenemos voluntarios de Argentina, Chile, Francia, México; gente que ahorra para su pasaje y viene. ¿Cuál es su motivación? Encontrarle sentido a su vida.

Los niños interactúan con ellos y refuerzan eso de que no hay barreras y que las oportunidades están al alcance de sus manos.
Ese en un tema interesante, porque si bien el arte los sensibiliza, a los niños aún les falta tomar consciencia de su nueva realidad. Para ello necesitamos un proceso mayor, para que entiendan que es posible cambiar las reglas de juego y mejorarlas.

Los colegios deben ser sus aliados.
No. Les cuesta salirse de su currícula, los directores no nos brindan acceso, tienen miedo a ser sancionados. ¡Es una pena!

Las que sí se han incorporado son las señoras del comedor popular.
¡Sí! Las señoras –que son nuestras mamás- han crecido con nosotros, y después de haber visto tanta delincuencia, al encontrarse con esta cosa nueva, diferente, se han abierto.

Incluso han sido parte de sus espectáculos.
¡Eso fue maravilloso! Hicimos una obra de teatro, acá, en la calle, y ellas actuaron. Bien elegantes. ¡Fue como un despertar para ellas! Sus hijos no lo podían creer. Las veían guapas, transformadas, ¡eran otras mamás!

Se estrechó el vínculo.
¡Exactamente! Porque a muchos chicos les pasa, que se avergüenzan de sus padres: porque hablan quechua, están mal vestidos o porque paran con toda esa carga negativa a causa de la pobreza… En cambio, ¿ahora? “¡Ella es mi mamá!”.

¿Qué es lo mejor de hacer esto?
Que cada día es divertido, que cada día construimos algo nuevo; y la alegría de sumar, porque aquí los niños tienen la oportunidad de conocer a nuevos amigos y, a través de ellos, universos diferentes… El dinero no determina la felicidad.

¿Puede vivir de esto?
Económicamente, sobrevivo. Pero, humanamente, vivo. Yo no quiero dedicar mi vida a buscar plata, sino a disfrutar de lo que me rodea. Me moriré con un sol en el bolsillo, pero con un corazón gigante.